
La idea es buscar una señal inequívoca de la existencia de vida extraterrestre en los efectos que provoca la biología en cualquier entorno a nivel molecular. Es que los astrónomos consideran que podría haber cientos de “tierras” que aun faltan descubrir más allá del sistema solar, y que estos podrían albergar vida.
Basándose en que varios planetas poseen químicas biológicas, los científicos analizarán una propiedad denominada quiralidad en las moléculas de planetas lejanos. Esta la presentan algunas de las moléculas clave de la biología, como los aminoácidos y los azúcares, y consiste en que dichas moléculas, al incidir sobre ellas la luz, favorecen una dirección de rotación de ésta. Entonces, la quiralidad podría convertirse en una marca que revele la presencia de vida en lugares muy alejados de la Tierra.
En la actualidad, los científicos trabajan en mejorar el detector para que pueda abarcar grandes superficies. Una vez que se demuestre que funciona correctamente, esperan poder incorporarlo a un gran telescopio o a una sonda espacial. Las primeras pruebas se realizarán siguiendo las señales moleculares que emiten los organismos de nuestro propio planeta, para luego empezar a mirar en otros más alejados.
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