El G7 está de regreso después de que los líderes de
los países más industrializados del mundo, agrupados en el denominado
G8, decidieran excluir a Rusia este lunes.
El canciller ruso, Sergei Lavrov, aseguró que la decisión no es una "gran tragedia" para su país.
Lo cierto es que los acontecimientos en Ucrania han cambiado profundamente las percepciones occidentales con respecto a Rusia y es muy difícil imaginar un retorno rápido a la normalidad.
Al llegar a Holanda para la cumbre, el presidente Barack Obama dijo que EE.UU. y Europa se unieron en la imposición de sanciones que traería "consecuencias significativas para la economía rusa".
Michael McFaul, exembajador de EE.UU. en Moscú, escribió que el presidente Putin "se aprovecha de la confrontación con Occidente ... (y) ha hecho un giro estratégico”.
Sin embargo, Carl Bildt, ministro de Relaciones Exteriores de Suecia , dijo en Twitter que el pronóstico sombrío del señor McFaul estaba subestimando el problema ya que el presidente ruso estaba "construyendo sobre ideas ortodoxas profundamente conservadoras”.
Cuando los responsables de las buenas relaciones entre Oriente y Occidente están en estos términos, se sabe que no es flor de un día.
¿Será que esto es una segunda Guerra Fría o es sólo un reajuste menor de la política mundial?
La respuesta a esto va a depender en buena parte de las decisiones que se tomen en los próximos días: una invasión del este de Ucrania podría activar una guerra a gran escala, pero la consolidaciones de la mano firme en Crimea, con acciones encubiertas apoyando a grupos militantes rusos en Donetsk o Járkov, crearían un dilema aún más difícil para los gobiernos occidentales.
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